El sonido de aquellos pasos que agarrotan las gargantas entre el reflejo de mí ausencia en el espejo que rompí.
Aquél sabor amargo que dejarón otros besos se convierten en ternura cuando siento que me entrego.
Son de oro y eternos amantes que se saben querer en las horas muertas de un día cualquiera.
Y la piel de la espalda estira, y el olor de nuestro invierno aflora.
Cuando contigo hablo se me llena el corazón y vacía la mente que tanto me atormenta a veces.
Capaz de imaginarme entre aquellos huracanes que espero con suerte no volverán pronto.
Aunque ingenuo por mí parte olvidar que siempre terminan por aparecer entre sombras y el aullido del guerrero que a solas combate cada amanecer.
De buen vino la esperanza que pudiera ser franca y jamás me pesaría el amor con valentía.
Pues es ahora frescura en la lluvia que acontece con un viento que ensordece mis pecados del pasado.
Por fin libre de esa ingrata soledad que acusado por salvaje supe recomenzar.
Alegría son tus besos capaces de calentar huesos, los mismos que se rompieron en la lucha y el abandono.
Será simple la certeza que de mís manos pureza se supo cumplir la promesa de un Quijote y la piedad.
En el equilibrio de un murcielago que boca abajo durmiera sin saber tan siquiera que el cielo queda bajo sus pies.
Atrapando las miradas de esos que nada cuentan y que a la vez entre dientes se sonrien para no dejarse ver.
El esfuerzo de un Ateo Creyente que en la serpiente de aquél arbol envejecieron los sabores de los mendigos.
Aquí paz y después alma que nadie es mejor ni calma, son aquellas cicatrices de días tensos que desembocaron en frío alimento.
Tirarte los tejos,
en la noche que se sabe de quién nunca hiere,
y la voz entre suspiros se queda muda de tanta belleza que sin saber se endereza
el sentir y la nobleza.
Por eso es que hoy te escribo refugiado en el olvido de las palabras y el sentido que tienen los fugitivos cuando por amor perdido se vuelve a crecer.
Cual jarrón japones que cuanto más roto más bello en las caricias del nuevo hombre capaz de volar sin nombre.
Ahora vuelvo a tú bondad en equilibrio, a tú pasión y tú boca para cuidar de todo lo que te haga feliz.
Sin destruirte ni confundirte, tan sólo devolviendote lo mismo que tu das por mí.
Recuerdo no sentir nada en noches encerradas en las que morir de pena pude,
en esa cruel condena que supuso darlo todo absolutamente solo e inquieto de pensamientos y furia.
Algo sabrá la espina de sú bella flor, que por ser yo un ruiseñor sin apenas canto,
entre la melancolía y la burda tiranía de Dioses y hombres que se negaban al honesto placer en lo profundo e intenso del amor.
No me espanto ya por temor, ni peleo sin sentido, ni la razón ni mis reflejos he perdido.
Y ya sólo por quién me quiere doy la vida entregada en una manera de entender que no hay perfección en el ser.
Por eso te siento viva, libre, bella y amada, y cuando no se espera nada te viene la vida entera.
Agarrado en el calor de tú luz despierto de mis demonios, que sé combatir el odio con tú fragil sonrisa de emociones reales y no de frivolos capaces de helar el tiempo.
Ausente de miedos y presente de todo.
Te abrazo…
Te cuido…
Te beso…
Te como.