Cansado, agotado en los días sin conexión social en los que creo bastante pero me separan de un mundo que parece haberse olvidado de uno.
Casi no recuerdo mi ultima buena conversación con alguien y, a su vez apenas he movido los pies.
Agarrotado y confuso en éste pequeño santuario que me aporta dosis de imaginación pero que a su vez me deja al margen de esa realidad a plena luz.
Dudo de si mi tiempo social pueda haber llegado a su fin, y aunque la mayoría del tiempo no me importe y no me afecte por lo feliz que me hace volver a estar en forma creativa, si reconozco que hay momentos en los que necesitaría un respiro en forma de contacto humano.
Mis piezas cerebrales consumen mucha energía y a éstas horas en las cuales ya estoy rendido me cuesta desconectar el cerebro.
El corazón se bate entre la ausencia y la ilusión, pero es seguro poco le queda de sustento emocional real.
La vida se consume y me vuelvo a mirar para intentar reconocer a mi propio cuerpo que engorda y adelgaza a ratos, aunque ya empiezo ha sopesar que ésta barriga y ésta cara de pan me van a acompañar el resto del viaje.
De todas formas, nunca me amaron especialmente por mi físico, y si en cambio por mi forma de ser y porque no decirlo por ésta mente que tiene la virtud de explorarse a si misma y que de vez en cuando frena en seco con los asuntos tanto emocionales como adictivos.
Sin duda uno a veces no sabe exactamente que estado es el verdadero si se compara con una comunidad en la que apenas ahí espacio para la poesía o para temas de un grado más intimo.
Por supuesto me defiendo en el arte de reaccionar con humor ante todo, pero a veces hecho en falta alguna conversación profunda, e incluso podríamos decir que mística.
De todas formas, esto lo podría resolver o bien visitando el bar donde se reúnen una cuadrilla de amigos, en éste caso para un estado jovial, o bien visitando a algún viejo y olvidado amigo que gusta de conversaciones potentes, pero en realidad ninguna de las dos opciones me convence, ya que me he acostumbrado a ésta soledad de la que ahora mismo me quejo.
En realidad lo que siempre me lleno fueron los momentos en los que vivía momentos con alguna de mis parejas, o incluso amigas, pero siempre terminaron de manera rotunda en un abandono casi provocado por mi falta de formalidad, o dicho de otro modo por mi manera de no demostrar lo que después del abandono me hierve.
De siempre me aísle con ella.
Hay una canción muy antigua que se titula «gorrioncillo pecho amarillo» que define en parte mi búsqueda de la chica que pueda soportarme en mi tremenda indecisión temporal.
La canción viene a decir que ése gorrioncillo va en busca de su amada constantemente, y que cuando se cansa de buscarla se pone a cantar. Es en esos momentos en los que se siente perdido y cansado cuando desempeña su arte en el canto y en la vida. Es ahí cuando florece su arte.
Es decir, nuestro gorrioncillo pecho amarillo para de ser artista cuando conoce a la que cree es y será su amada, y en cambio, cuando por culpa propia o ajena se ve abandonado, es cuando comienza a cantar.
Así que tiene un gran dilema nuestro gorrioncillo ya que desea tanto a su amada como vital es para el descansar y expresar su más instintivo canto.
Ahora tras éste relato en forma de parcial confesión, solo me queda dejaros por aquí la canción que habla del gorrioncillo pecho amarillo, que por cierto me la atribuye como vivencia personal uno de mis viejos amigos.
Sin duda es una buena manera de explicar un sentir dividido al igual que apasionado.