Besos de lata y furia

Es sencillo,

lo único que tengo que hacer es ponerme ha hablar en voz alta.

Se como llamaros, y no se como haceros desaparecer una vez estais aquí.

Prohibir…

Que piense en voz alta, os encanta, pues siempre acudis a mi cuando lo hago.

Es vuestra manera de acompañarme con el único fin de traerme pesados pensamientos agonizantes que agotan mi ser por completo.

También te encuentro en el murmullo de las masas  que tercas hablan a la vez diferentes idiomas.

Curioso es que nunca te escuché en un idioma que no entienda, pues es tu mejor respuesta la que sabe todos mis lenguajes.

Por ahora no quiero, estoy  bien un rato a la deriva, sin presiones.

La acumulación de errores en despertares amargos que siempre me recordaron a tu ausencia.

Y la divina providencia que se enreda entre miradas que apenas dicen quién soy.

Me ladran la esperanza y me gruñen los deseos que perdidos encuentro en mí debil caminar.

¿Y a tí quién te va a consolar?

La renuncia del lo sabores prohibidos que cohibidos anuncian un nuevo ser.

Besos de lata y furia, senda del mal recuerdo.

Querer aplastarte quiero por negarme ante tanta sombra.

Y ha saber quién viene y me nombra para que pueda verte en cada esquina.

Fugaz en la memoria y eterno en el sentir quisiera coincidir sin tí ante ellos.

Esos que acuden a la llamada de la vergüenza ajena.

Besos de lata y furia, senda dormida.

Celosamente herido en un infierno sónico que se esconde cuando ya lo he descubierto.

Pensar en voz alta os llama.

¡Atraviesame!

Que sabrás tú de mi inocencia, si con tanta conferencia desayuno entre raiz y espinas.

Cantame las heridas, si bien por ser sabidas me resultan menos comprometidas con esa hierva que siembra luz.

Besos de lata y sangre…

Lo recuerdo.

Recuerdo enamorarme…

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