De las risas tercas que nos separan

Y nos llamarán cobardes por el sentir de tantos enfocando la distancia de los que por no hablar dicen.

Resultado de las tensiones que apagan molestias incomodas en el abrazo de Noviembre entre la suciedad y lo social.

Pero siempre serán nuestros los olvidos de un camino que sostiene su mentira a base de ruido.

Y nos llamarán cobardes por decidir no ir, esos que tanto saben de nuestra manera de sentir.

Esos gelidos ocultos creen valiente a la manada cuando entre nuestros recuerdos encuentren la voz gritada.

Huyen por que huyes y hablan cuando hablas, aunque ni por un momento sienten lo que sientes.

Creen que saben saber sin probar el desgarro de los sentidos que opuestos desconocen la vida.

Ahora si que somos suicidas a los que tedrás que dar cara para sin tanto disimulo puedas obserbar mi culo.

Agarrate y ven soñando que cuando te coja el llanto morirte querras de espanto.

Y nos llamaran cobardes los de la distancia hueca para que por perseverancia nos vean en abundacia.

Cuando sufrán los segundos entonces podrán llamarnos con total elegancia.

Cual ruiseñor profundo que espera tras el espejo se vuelvan a sus entrañas que dudo puedan tragar, no tiene porque rimar.

Vacío de piel quenada los hay que se creen la fama cuando a los más sinceros obserban sin darnos nada.

Ahora nos llamas cobardes, después ojos en llamas en la palidez de sus almohadas entre las risas tercas de bocas cuadradas que se creen por cortar las alas la mierda de su defensa.

Y nos llamarán cobardes por sentir el nudo ftío que dejan entre los días bebiedos la miel del lobo en nuestros prohibidos solos de conflicto.

Sin darse cuenta al hablar que somos al militar lo que el sistema al capital, en el pavor de sus cínicas y atentas miradas cuando vienen a nuestras salas embriagadas y ciclicas.

Recuerdo no recordarte pero el tiempo es mio.

Ahora aplaude cabrón, ¡sí!…

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