Tiempo en el que el silencio se hace notar. Y las notas desaparecen por diferentes motivos.
Tiempo de pentagramas vacíos por el simple hecho de no querer forzar una realidad.
Tiempo de vivencias más o menos compartidas en el que las claves de un segundo se diluyen en el papel, que más que papel es pantalla luminosa de un cierto valor.
Notas derramadas hacia la nada que esperan su llegada mientras afuera llueve.
Solo la paz mental de un reencuentro con la lectura disimulan la ausencia.
Y con paciencia esperar el tiempo que haga falta, para que las notas (que no son notas, si no sonidos), tengan la suficiente fuerza para agarrarse y subir hacia ése mi desnudo pentagrama, que no es pentagrama, si no tiempo.
Tiempo de jugar a la vida construida de recuerdos y proyectos en los que espero dejar de sentir el tiempo. Y así volver del silencio.