Se nos sesgó la vida, y con ella los recuerdos de los momentos en los que un día fuimos casi uno.
Y despiertas entre ruidos de pájaros que ya no vuelan, entre el asentado murmullo de las fieras heridas sin recompensa.
Cuando te das cuenta, ya han pasado 20 años para recordarnos que nunca nos dimos ni una sola oportunidad.
Los azules se volvieron grises en esa monotonía en la que te escondiste y, para mi la vida transcurrió entre las 8 de la mañana y las 4 de la tarde.
Así, sin apenas darnos la oportunidad de pasar un solo viernes en compañía, la vida nos disolvió sin llanto pero sin emoción alguna.
Y es que aquellos charcos que pisaste por ése nuevo galón te rompieron el alma y te dejaron en ése vacío que yo empecé.
Y después quebrarme por haberte perdido en tu mirar.
Parte la dejaremos en honor a lo sentido, ya que nadie sabe quién murió de los dos en éste camino hacia soledades maduras.
Fuerza común de los perdidos la de sacarse brillo tras la caída.
Para no engañarnos, mejor quemar la mala hierva que nos supuso el encuentro fugaz sin apenas ternura.
Quisiera para ti todas mis bondades.
Quisiera para mi todas las noches consumidas en copa.
Al saber vivido y saberse prohibido.
El haber amado sin ningún motivo.
Las miradas nos huyen en ésta tierra seca de vanidades que fue fuego.
Aún así te quiero viva,
Sin la melancolía de los abrazos espontáneos.
Aún así, aunque se nos van los días, siempre te espero de regreso extraño.
Debí mostrarte esa debilidad que fortalece y fortalecí con el tiempo.
Tiempo en el que no te esperaba.
Tiempo en el que necesite ser fuerte a cambio de perder, como tú hoy, parte de la inocencia que hacía que estuviera vivo.
Y aún así sonrió cuando te miro.
Y aún así me río por verte avanzar.
Ya te cansaran de lastimar con promesas quién solo vive para si mismo.
Que 20 años es mucho para regresar al lugar que dejaste vacío.
De ser así mejor el olvido.
De ser así prefiero no ser.
Acontecer de días de cada fin de mes…