El ojo que todo lo ve, que paciente espera a verte tropezar en una vida que sin duda esquiva a los raros, pero por ser consciente reclamo la pasión desembocada, si prisas ni ataduras, con las más puras esencias de hombre que tiene suerte de poder estar presente. Ese ojo que nos mira y que a ratos me castiga si saber yo su nombre ni recordar su color, pero se siente el sabor de un juez injusto y malvado que a cada paso asustado responde sin vehemencia. A tí cazador de mieles, de costrumbres y de fieles, te hablo con voz tranquila aunque a veces desespere. ¿Quién te has creido que eres para robarme el silencio?, ¿Acaso semejante tormento te da placer y a mí escarmiento?. Dudo que sepas nada más allá de un instante de oscura pesadilla capaz de ensangrentarme la vida que tanto hieres, y tan poco te conviene. A tí ojo distante recuerdo enamorarte. Presión en mente o sedante pondré la vida por delante. Delante de tu figura de ojo abizor inquietante, no esperes que te haga ofrendas ni que te regale el arte. Arte que tal vez confundas con deseos o preguntas, más puede que sean profundas las vivencias tras la tumba. La tumba de un rey muerto en desacuerdo que entretenido en tres recuerdos soporiferamente herido. Todavía no he concluido y dejo de lado el vicio que por empatía del solsticio llegó el invierno invicto. Podrás soplar con tu viento en mis entrañas sediento, pero estate bien atento pues ya no hay miedo ni lamento.
¡Abra cadabra!, ¡anzuelo que sangra!, ¡rumores de vida plena y el sabor de la venganza!.
Afortunado será aquél que sin enloquecer pueda amar sin condena y sentir la amable brisa de este Lunes encendido por verdad, sabor y ruido. De igual manera te olvido como te recordé una vida, sabiendo que tras la esquina el puñal ensombrecía. Cada cual por su camino, por el mío desafíos, encuentros de amor sincero y muerte final y entero.
Y le arrancó la vista, para soñar despierto en todos los esfuerzos el recuerdo del no muerto.