En «abruptancia» social de lo que no se distingue. Los sueños que se perfilaban rebeldes y resacosos, se manifiestan cargados de la falta que me hiere y me hierve. Los descuidados brazos que me arropaban convertidos en simple apreton de cuerpos de hielo seco. La costumbre me hizo falta para desentarrar el ataúd de la revolución. Las rosas fueron jazmines, y los petalos aristas de artistas engalanados con distinguidos y apropiados sombreros. Así murió el Rey de Tizas hecho un mar de fiestas que descuido los verbos de los martes. Y nadie quiso vender ni un solo gramo de optimismo a su favor. Cuando los cascabeles de los gatos amaestrados sonaron, la vida se hizo humo en casa, y la casa se hizo dormidera. Lo humano no resistió al escandalo alcanzado por la lluvia de sus ojos. Y mezclo la ambición con el conformismo que dan cuatro esquinas. La mirada no volvio a ser la misma. Nada se quedo en esa quieta calle. Haciendo nada encontro una voz impresionada de no usar. Con cierto descontento, Tizas recorrio la Sabana de los Domingos por la tarde, quedando prendado de esa risa loca que nunca fue. La rosa espinada se deshizo en sangre de días sin fe. Ni por un tal vez valía la pena seguir buscando silencio en el otoño de los borregos. Apurados segundos serenamente cohibido. De lujo los asientos traseros. Aplaudiendo bostezos en tazas de cafe mañaneras. A las ocho treinta se descalza la muerte. Probalidad de infarto en consecuencia. Con que frecuencia se frie el suelo tras las ventanas dibujadas en su imaginación perpetuada e investigada. Caerán, resurgirán y probarán con sus manos la delicada sensación de ser libremente uno. Será tercamente consciente de los disfraces de Diciembre. Año nuevo jaula nueva. Quisiera envolver la sensatez en papel de regalo herido. Vacío deseo de ti. Muerde la cruda hierva de los caracoles en masa. Abrasa la mentira de sus rostros emborrachados en los sorteos. Y recuerda que tras la niebla….
TEATRO DE UNA FERIA