La calma me la trajo el día a día que transcurría sin espejos donde mirarme,
y la quietud me supo a vacío en los amaneceres confusos.
Tan terrible la distancia entre dos mundos en los que la creencia no supuso dejar de vernos.
Por un lado me sorprenden las capacidades para el engaño, y me enfado conmigo mismo por los reproches.
Aunque siempre supe que en el fondo fue muy fragil la caída.
Ya no vienen a visitarme ni las manías ni los abrazos, que cansados de lo mismo decidieron abandonar.
Si bien puedo confiarte la serenidad, a la vez me resulta tan dañino que recurro al silencio.
Ya jamás será lo mismo, ni tampoco diferente, pues la luz de las mañanas ya no entra tras la ventana.
Esa que te vió expectante por sentir el palpitar que satisfacía el humor de la locura.
Al final de nada sirve que te cuiden los secretos si cuando quiero abrirlos se desploman en cenizas.
Por querer ver donde piso te traiciona la consciencia, que tan bruta la inocencia nos sacuden las miradas.
De saber que me querias no lo hubiera permitido, pues las voces del olvido me susurraran en la frente.
A lo lejos veo gente que me observa en la distancia, y por escribir doy constancia entre lo real y lo imaginario.
Fueron días de Septiembre los que por capaz de ser valiente me traicionaba la mente.
Se acabaron los encuentros que te hacían tan amable, y por fin por ser cobarde se murio la primavera.
Ahora vete donde quieras pues no es a mí a quién corresponde de tus labios ser amante, de tus furias palpitante.
Nunca te quise mal aunque tampoco para mí, y si te ofende mi sentir ya no hay nada que decir.
Desde hoy las cosas claras y las niñerias fuera, que con tanto saber de uno lo quisiste inoportuno.
Así que cuando se pase el berrinche y la tontera, te espero en el consuelo de cualquier encuentro normal.
Cuale las intenciones de verme con quién yo quiera, y si molesto te fuera es que aunque quisieras para nada es real.
Por si tal vez te duela que tenga mis amistades, te aseguro no dispares hacía las mismas tespestades.
Reconoce tus intenciones que de nada lo aprendí, y fugaces los rencores que no hubieron de resurgir.
Cada cual a su manera, cada cual como uno quiera, pero traspasar esa frontera te hará sufrir por quimeras.
Tan cuerdo y tan sensato que de un solo abrazo se me fueron los temblores.
Y yo no regalo flores a quién no debiera, ni tampoco intento confundir ni persuadir.
Los días se hicieron noches, y fría la madrugada, por defender con voz templada la única amistad verdadera.
Ahora si bien me hiere quién pued, y quién lo merece, no permito que en mí vida entren con insensateces.
Fuera la rabia y fuera el hastío, fuera lo que fuera no sería madurez.
La espina quedó profunda aunque nunca fuera real, por muy buenas sensaciones esto siempre acaba mal.
Para eso me quedó el sentir del verano que no te ví.