ELIGE TU PROPIA AVENTURA

Me llaman loco por llenar los tiempos de soledad con conversaciones propias que nadie escucha.

También me llaman Genio por algunas virtudes conocidas.

Mi Madre susurra un «pobre» al viento por creerme falto de compañía y pensar que cuando hablo conmigo mismo es debido a una enfermedad.

Pero lo cierto es que solamente me explico las cuestiones que no entiendo o que me resultan dañinas.

Solamente lleno el hueco de las noches en las que realmente soy yo mismo. Lejos de los asuntos laborales y de ése contínuo murmullo que generan las masas en ése hablar constante de cuestiones diversas todos a la vez.

Me cree infeliz por creerme desencantado al suponer que hasta hace poco no supiera como funciona éste mundo, y lo cierto es que aunque uno no salga a la superficie, de sobra se siente hacia donde camina.

No necesito los asuntos políticos para crecer como persona, y menos saber de las miserias rosas de los demás.

Una cosa es clara, y es que en la vida uno aprende más con su propia experiencia vital que con los contrastes de un mundo que, aunque avance hacía un supuesto bien común, en realidad sigue igual que cuando por ejemplo Aristóteles se preguntaba y cuestionaba sobre la sociedad en la que vivía.

No leí mucho sobre filosofía, pero el mismo silencio te aporta ése conocimiento natural.

Lo que si leí fueron libros en los que el lector tomaba sus propias decisiones de por donde debía ir la historia de cada personaje y del propio libro, y sin duda éso me dotó de cierta imaginación y de cierta capacidad de decisión, aunque solo sirva para cuestiones artísticas y no para soportar el cinismo de un mundo que se cree sus propias mentiras.

A ésos libros que leí con ferviente pasión y obsesión se les llamaba de «Elige tu propia aventura», eran libros en los que al final de cada pagina te preguntaban a quién de los personajes hacias caso, o que opción te patecía la correcta, y de ésta forma el libro avanzaba hacía uno u otro final, teniendo como resultado un final digamos favorable o, por lo contrario un final trágico.

Sin duda en la mayor parte de mi vida hicé y hago honor a ése sobrenombre de «elige tu propia aventura».

Hay quién cree y hay quién crea, y los hay que creen, crean, y crían. En mi caso solamente creo, no en un Dios superior, sino en mi sentir, y… a la vez… creo con él.

De ésta forma uno crece, y crece.

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