Se me rompió la vida al no usarla.
Y cuando la use hasta gastarla, solamente cabía una persona.
Una persona en cada ciclo con la que gastar vida.
Decidí nuevamente vibrar con quien me regalarba empatía.
Y otra vez caer en el miedo de no saber.
Se me rompio la mirada que tan ausente ya no alcanzaba a distiguir entre traidores y corazones.
Y decidí guardar silencio para no generarme pensamientos que se pudieran volver en mi contra.
Sin apenas fuerzas ni razón de ser, empecé a crecer de nuevo en la vida, llegando a sentir que por fin había encontrado el equilibrio entre la euforía y la apatía.
Entonces apareció.
Tan atenta de un vencido resucitado.
Curiosa por una forma de aprovechar y gastar vida.
Siempre fue advertida de que no habrìa suelo firme.
Y pasamos el tiempo que dura algún verano entre la pasión y la tensión.
Y sobre todo entre la compresión mutua de un destierro y tan tierna su monotona luz.
Jugamos la vida.
Al tiempo cada uno vaciando ilusión.
Y si algo no sucedió, fue solo por falta de convicción.
Una libre elección.
No buscar ganas de saltar a la vida con nadie.
En nadie murio el seductor en realidad seducido.
Rompio la vida sin la alegría de verle.
Y llego el tiempo sin ninguna compañia que realmente llene.
Dispuesto a no más apresurados momentos.
Volveré al prinpio del ciclo y así embrujarme con la posibilidad.
Si yo fuera tú, o ella, dejaría simplemente que los días me dijeran hacia donde nunca más.
Aunque esa dirección es la que mas me provoca.
Mantenerme entonces sin deseo ni fervor, y apenas quemar el honor.
Sombrio viento interior que no produce ni siquiera aire.
Naturaleza en vida que se aplasta.
Ya casi nunca me abraza.
Un plan de objetivos que resulto olvido.
Abandonos de apasionados prologos y tres capitulos.
Audaz la vida vivo herido de frío que arde distante.
Resultado resultante de otra ecuación fallida.
La vida.
Sin misteriosos recuerdos en los que frenar la eterna huida de alguna compañia ausente de voz.
Ni frío ni calor.
Fría la herida sin brasas.
Que aplaudan las masas.