Hay un momento en la vida, puede suceder sobre los 30 o 30 y tantos, o sobre los 40 lo más tardar, tampoco tengo muy claras las edades, en el que se pierde la inocencia, y no hablo del niño infantil, si no de algo más profundo y difícil de sobrellevar al principio. Además a no ser de que te lo curres, salvo alguna excepción, el cuerpo no te acompaña, y te entra una angustia interior en la que no te reconoces. Es entonces cuando uno debe ser consciente y sincero consigo mismo y aceptar que él cambio ya está dado y no hay marcha atrás. A mi personalmente creo que me sucedió sobre los 30 y poco, no estoy seguro. Las pase putas pero hoy es él día en el que puedo soportarme sin lastimarme ni maltratarme mentalmente por ciertas (en realidad) chorradas. También hay quien no se arriesga nunca y no comete ni aciertos ni errores, y vive en un estado de NO consciencia ni conciencia jamás. Estos puede que sean mucho más felices, pero hay a quien nos gusta saber por lo menos como mínimo de uno mismo, y también del entorno y en definitiva de ser. Y para eso, como decía aquel, vas a tener que bajar al sótano de tu mente y oír ladrar a los perros que hay en él para luego elevarte.
La inocencia perdida se recompensa con una sensación PODEROSA de verdad contigo mismo, que, aunque la feliz inocencia es muy atrayente, a día de hoy me quedo con lo que recibí a cambio de ella. Mañana quien sabe.
02/08/2017