Extraño tu mirar.
Extraño tu manera de comprenderme.
Extraños inesperados.
Pero extraño en vano.
«No quedan noches de verano»
para pedirme perdón.
Y en el agua fría la misma hiriente canción.
Soy de esos a los que no se les llama mañana, sino hoy.
Avenida de tu ultimo «no me quiero ir».
Desde aquel huir constante.
Caminar de opuestos.
Inseparables fuimos en calma y veloz refugio mutuo.
Y ni siquiera disputo los balones que se tiraron fuera en amargas madrugadas en tu búsqueda.
Todo ha salido mal, excepto una cosa.
Tú, tierna y espantosa en el frío.
Como nadie mis recuerdos.
A nadie cuento…
Vivir el desprecio del abandono sin motivo.
Silencio de ruidos compases de soledad.
Y al final son desgarros del vació.
Te recuerdo, aunque no lo mereces.
Que con creces gané el respeto de las vidas que se nutre su egoísta manera de no saber ser.
Pasará la paz en el tiempo que transcurre la terca niebla de ésta ausencia de todo.
De ningún modo podía ser así.
Pero siempre lo fuiste.
Dos caprichos de fugaces en un mar opuesto.
En la injusta y poderosa balanza de los pobres.
Hoy ya nada…
Mañana ni eso…
Ya no puedo recordarte por más tiempo.
Voy a pedirte que nunca más me riegues.
Voy a pedirte que nunca me niegues el cruel destierro de la amistad.
Amanecer no puedo…
Perdí la mirada en la madrugada de éste infierno sin fuego.
Te quiero.
No puedo…
Apagar de luces…
Lastre.
Bajando la voz de mi nueve interior.
De sombra…
Sobra…
Nítida…
Brillante…
Es el tiempo el que nos barniza el dolor.
¡¡Hijadeputa!!
Nueve…
Mueve…
Llueve…