Lo no bebido…

Disperso en el poco movimiento interior. De esos en los que ni el silencio habla. Acurrucado en la esquina de un viejo bar, sin beber ni un solo sorbo de distancia. Distancias cortas que me apabuyan los sentidos de un reino amablemente hostil. Disfraces en las hogueras de un cuerpo que cae empicado al vacío de los sordos de corazón. Minuto a minuto rebuscando en la osadía de los desiertos brazos que me acompañan. Lastres de vida inquieta en la quietud. Y la similitud de unos ojos que encierran pensamientos tremendamente vagos de esperanza. Y la alabanza de hombres semi dioses que prolongan las cortas faldas de un mosaico de títeres. Irresistible en lo cercano de un recuerdo demasiado humano. Romperse las manos para recuperar un chasquido de dientes afilados por la noche que marcó la inocencia de tus pasos. Hablando de ti sin ti, en la poca ternura de un comienzo estrellado. Apaleando ratas de laboratorio mental. Y el corazón se estremece en una mezcla de sudor y talento usado, rebanado, despreciado. Y los trozos de piel que respiran se esconden en la esquina de mi bar sin vida. Tragando saliva, meciendo el triunfo de lo burdo. Y decir adiós sin pagar la cuenta de lo no bebido…

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