Me duelen las palabras,
Me duele que me olviden.
Me duele que me juzguen y me duelen algunas costumbres.
Pero es de críos sentirse mal por la opinión ajena, o incluso por sentirte incomprendido.
Aunque vivido lo vivido, se de sobra cual es el camino.
Y la soledad me gusta, pero también me duele, como duele no verte y a la vez duele tenerte.
No me resigno a estar con las armaduras para que nadie pueda herirnos.
Si bien se la vida es dura, pero hay quienes la hacen triste.
Si fuera todo agua pura tampoco me serviría, y dicen que al mediodía la luz deja pasar los días.
Sinceramente me duele el abandono humano en masa, pero más me hiere ser prejuzgado en casa.
Y estamos hechos de eso, pero también de un pasado,
Y no hay futuro más triste que el de caer forzado.
Forzado por la miseria humana de lo común, que se une por una aplastante falta de personalidad, globalizada y no propia, que a su vez se contonea en la bravura de la manada.
Y ni se cuantas bobadas se cuentan en ciertas tardes heladas.
Aún así me resisto a no poder despedirme.
Me duele ver los destinos que se pierden en el vacío de lo infinito,
y me hago polvo maldito cuando ni se oye un grito en favor del poder vencido.
Incluso de la justicia que está comprada con muerte, así es que uno se vuele frio de saber por todos lados cuando nos dejan tirados.
Primero viene el asombro, y luego viene la risa,
para después de explorarlo,
dejarlo por otra brisa.
Hay una cosa muy cierta, que se nutre de rencores,
los que se unen por miedo y la costumbre en amores,
Yo tengo una cosa clara, y es que no tengo palabras,
si bien ya con ciertas tablas
me pasan las mismas dudas.
Me duele la ignorancia del que se cree más que nadie,
pero por nadie no paso,
ni por un serio retraso que supone la cruel manía de intentarlo cada día,
Me duelen las muchedumbres cuando sedientas difunden los pensamientos de un fiero podrido de arrogancia.
Y tras el telón la mirada de quién apenas pide nada,
si bien es un buen alimento el recorrer sin tormento la niebla de las emociones,
Y habrá cuatro caracoles que se aferran a la tierra,
pues los hay que son pisados por salir de la caverna,
que aunque feliz uno vuelva, es un valor de colmena.
Me duele la pasiva manera incisiva que tenemos de tomarnos todo a risa,
que aunque el humor le debemos a tantos, y tanto cuesta,
sin duda en el fiel silencio descansa la mente abierta.
De par en par abierta, aunque rayos electricos la atraviesen, que si por poder pudiese ya la habría asesinado.
Me duele el cruce de miradas que cómplices se confunden entre el aire y el viento que invaden los pensamientos.
Me duele la terca sombra de los comentarios cínicos, la fría y lenta manera que tienen de robarte el calor de un corazón que quiso ser libre y…
a la vez ser tuyo.
Me duele todo,
por eso me arriesgo.