Nadie vino a saberlo

Estoy deshecho, disperso por dentro y por fuera.

Alejado de la fuente vital que alimenta mi esperanza.

Triste por dejarme abrir en canal a base de amaneceres prematuros.

Sin motivación alguna para conmigo mismo.

Estoy preso en éste salón de juegos en el que simplemente obedezco.

Cansado de compartir los días con apenas 3 o 4 desconocidos que son compañeros de un trabajo el cual no me llena en absoluto.

Sin metas a las que agarrarme. Sin sentido diurno.

Apenas puedo poner música unas horas al día, cuando es en la madrugada donde mejor se escucha.

Madrugada que ya no existe puesto que nos toca tarea matinal.

Borracho de estío edulcorado en humor redundante y vinagre salado.

Me voy muriendo en éste abandono de mi mismo.

Ni siquiera quiero querer, ni poder, ni mucho menos tener más allá de algo básico que no tengo.

Ascensos y descensos repentinos en ésta ola de frío cosechero de nada bueno.

Adormeciendo mi espíritu a dosis letales de nanotecnología psiquiatril.

No se lo que aguantaré sin vida.

Ni siquiera es ésto melancolía.

Mucho menos cobardía.

Llegará el día y escaparé de ésta prisión en la que se ha convertido éste vivir por vivir.

Nada ni nadie da nada por nada. Y a decir verdad, no lo necesito si es forzado.

Cada cual a su regazo familiar que destruye sueños profundos y que crea lazos en las tardes.

Tal vez sean mis ojos los que olvidaron dejar de buscar.

Tal vez mis oídos sean deseosos de una nueva sed.

Tal vez mis palabras ya no existen para nadie.

Y nadie vino a saberlo.

En desacuerdo con mi falta de certeros brochazos azules.

Y sé que tú no harás nada por mí.

Así que a ver si vuelo…

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