NOCTURNIDAD, a 50 mm del mundo.

Ahora, que tengo éste abismo entre la noche y los que haceres diurnos, es decir, no trabajo de mañanas, me doy cuenta de que éste silencio es a la música como un lienzo en blanco al pintor o un folio en blanco al escritor. Imagina pintar en un lienzo en el que todo ésta ya lleno de garabatos, o escribir en un folio en el que todo está repleto de palabras.

Eso es el ruido y el murmullo diurno a la música. Un ruido humano que no deja espacios para el silencio en el que dibujar melodías.

En cambio, la noche se presta. Es ése lienzo en blanco en el que puedes imaginar y llenar de sonidos el ambiente, llenar de sonidos el propio silencio, llenar de luz la oscuridad.

Ahora que estoy en ésta soledad silenciosa, puedo imaginar cualquier sonido para que secretamente me acompañe.

Soy el creador del «ruido» que llena los espacios que la diurna humanidad ha  dejado a su paso.

En  el día está todo copado de un bullicio ruidoso ininteligible que no deja lugar para los pequeños y profundos detalles sonoros de la tranquilidad.

Ni siquiera los olores son iguales en la noche.

En el día todos los sentidos están saturados por una muchedumbre que colapsa las esencias.

Olores mezclados sin ningún tipo de sensibilidad ni belleza ni mucho menos coherencia.

En cambio en la noche todo está menos saturado, menos lleno. Hay espacio para una cierta creatividad sincera y silenciosamente sencilla.

Hay espacio para percibir y recibir los sonidos,  los olores.

La vista está menos saturada y el tacto pierde su valor mercantil.

La luz contrasta contra las calles vacías y la vida se siente viva por su ausencia.

De día, con tanta variedad unitaria de personas a un mismo ritmo, uno se siente tan tercamente solo y maldito que ninguna compañía puede abordar esa realidad común inestable.

Es en la nocturnidad, donde me  siento felizmente acompañado por la sensación de un vacío con sentido y acorde con mis objetivos sensitivos,  hay espacio para respirar.

Hay espacio para oxigenarse. Hay espacio para dejarse ser y entender.

Así como los días están contados, las noches se multiplican.

En ésta nocturnidad me siento en una creciente paz creativa en la que puedo descansar sin causar causas perdidas.

En los horarios esclavos apenas tengo tiempo de obedecer a un sol terco y egoísta.

Por fin puedo resolver los sentidos de un sin sentido a plena luz.

Aquí y ahora apenas hay cruz.

Aquí y ahora se siente la seriedad de lo autentico en una realidad menos hiriente.

Ser soy decadente aunque sin sol.

Y que se sienten los tiestos sin flor en diciembre.

El olor, el sonido, el mirarse…imposibles entre tanto gallinero de un corral común sin huevos.

Azulejos lejanos.

Como hermanos.

 

 

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