La sensación era espantosa, solo el recuerdo de estár reunido en un bar de copas con esa cuadrilla de hienas me resulta repulsivo. Y es que los hay que por tener dinero se creen más chistosos y más elocuentes que los demás, como si el vil metal que derrochan les diera una posición más elevada en el ranking de la humanidad. Pero estoy seguro que aún podridos de pasta, cuando llega la hora de apoyar la cabeza sobre la almohada, son tan insignificantes como lo puede ser una mosca en un pantano, que parece que quienes fardan de riqueza no tienen la obligación de mantener un mínimo de educación ante los demás. Y no me refiero a una educación pulcra o a mantener unas apariencias, me refiero a tener un mínimo de respeto por quién tienen a su alredefor, que pareciera que viven solos.
El bar estaba a rebosar, y el camarero nos miraba con cara de pocos amigos, y no me extraña, porque la cuadrilla de hienas lo trataban como si fuera un mayordomo, apate pedían todo tipo de chorraditas, que si Ginebra con un poco de pimienta y tres hielos, que si Tequila con un poco de canela, cosas asi, y un grupito de mujeres que pareciera que les estuvieran regalando la vida. No era un ambiente en el que me encontrara comodo. Al de un rato ya no soportaba los chistes entre chulos de playa y maduritas con buen cuerpo, asi que decidí retirarme a la barra y dejarles con su baile del macho alfa. Cuando llegue a la barra pude comprobar desde una esquina que no era al único al que la cuadrilla de pajaros les estaba resultando dantesca. En la esquina, con un bolso blanco de piél, estaba una mujer la cual pareciera que ya conoriera el ritual de los orangotunes, asi que me acerqué a ella y de una forma amigable le pregunte si bebía algo especial, ella me miró primero con sospecha, pués venía del grupito de hienas, pero algo debí decir que en seguida me respondió con una sonrisa amable. Resultó ser una mujer de familia que tenia 2 hijos y que estaba simplemente haciendo tiempo para en 30 minutos entrar en el turno de noche de una residencia de ancianos que había cerca de allí. La verdad es que no hablamos mucho, pero me dio pié para contarle algunos de mis proyectos más cercanos, sorprendentemente ella reaccionaba con una empatía poco común en estos dias. Se tomó una copa de Cava y una bolsa de patatas, yo pedí una simple cerveza. Trás contarle un poco mí vida enseguida se dió cuenta de que no era del tipo de personas que suelen frecuentar ese bar, normalmente estaba lleno de empresarios con dineto que buscaban emociones fuertes a base de derrochar y por supuesto de engañar a sus mujeres, la verdad es que no sé que hacía yo ahí, y mas sabiendo que estaba a punto de casarme y que estaba profundamente enamorado de mi futura y joven esposa. Raquél en ningún momento me dió pié ha pensar que habría algún peligro carnal con ella, fue totalmente respetuosa y mantuvimos la educacion que se tienen dos extraños, Raquél, asi se llamaba, una mujer madura con la cara muy palida y con un sentido común que la hacía diferente, sin duda sería una buena madre y mejor esposa, aunque con la libertad suficiente como para no estar dando explicaciones a nadie.
El tiempo se nos echó encima hablandole de mis cosas y de mi futura boda, la verdad es que estuve un poco torpe a la hora de preguntarle sobre su vida, pero ella parecía disfrutar de la conversación, en ese momento olvidé a toda esa cuadrilla de repelentes machitos con la que habia llegado.
Eran las 12:30 de la madrugada y, para ser sincero, jamas pensé que terminaría en la barra de ese bar contandole mí vida a esa mujer, a Raquél, de pronto terminó su copa y me regalo una sonrisa complice y me dijo que debía irse, cosa que no me esperaba, ya que a mi pareciera que las palabras me salieran solas en ese momemto que estuve con ella, estaba agusto, el caso es que debía marcharse. Me entraron ganas de acompañarla, pero luego me di cuenta de que no era buena idea, ya que una cosa es ser un caballeto y otra resultar un atrevido, bueno, no sé, me dió la sensación de que ya habia hablado bastante. Se levantó del taburete y con una de sus manos me despeinó con un gesto cariñoso y me dijo que mí futura esposa tenía suerte de haberme encontrado, yo simplemente me quedé mirandola.
Y ahi estaba yo, nuevamemte fuera de lugar con esa cuadrilla que ya ni siquiera vocalizaban y que babeaban por la rubia madurita, asi que decidí levantarme e irme para casa, ya habia tenído sufiente feria como para tener la necesidad de llegar a casa y dejar de pensar.
A Raquél no la volvi a ver, y eso que sabía que trabajaba cerca de aquél bar, el caso es que transité por la zona en noches y días pero jamás volví a encontrarme con ella. Y es que a veces las personas estamos destinadas a encontrarnos en el camino solamente para aprender que en la vida hay algo mas importante que el dinero y las rubias pijas.
Por cierto, ayer mismo me casé, fué una boda perfecta, justo como la habíamos planeado, los amigos y familia lo pasaron genial, y mí ya esposa tenía una gran sonrisa en su rostro y la mirada iluminada de felicidad, lo curioso es que por algún motivo, cuando el banquete estaba llegando a su fin y era el momento de bailar el vals, justo en ese momemto me vino a la memte Raquél, pensé que hubiera estado bién invitarla a la boda, me sentí un poco estupido por recordarla en un momento tan clave. Quien sabe, tal vez la vida me demuestre que hay personas que en solo un instante son capaces de dejarte huella. Trás el baile decidí olvidarla y junto a un par de amigos terminé de madrugada borracho vomitando, y fue el momento de pasar de nivel.
La boda pasó y la vida sigue, y en este momento acaricio el pelo de mí esposa que se ha quedado dormida junto a mí. Tal vez no sea tan malo esto del matrimonio, aunque para ser honesto, y dada mí experiencia, siempre recuerdo que nunca el amor me duro para siempre….