Serena

Se quedo sin luz, luciérnaga viva del sur.

Se quedo sin voz, después de un sueño atroz.

Se quedo sin vida, en aquella tremenda huida.

Resurgió en la herida, creyendo en su prometida.

Desdobló rincones, estaba entre sus cajones.

Repobló el sonido, de noches en el cautivo.

Destrozó disfraces, mordaces en el olvido.

Se marchó vestido, de un nuevo sol servido.

Conquistó perdidos, unidos por el hastío.

Encontro el mirar, de un mujer de mar.

Se sentó en su voz, reían fuerte los dos.

La llamó serena, que nunca tuviera pena.

Asombró a la suerte, que nunca fue delincuente.

Disipó las dudas, tras aquella niebla a oscuras.

Y la luz les fue creciendo, de tanto saber de invierno.

Ahora ya es primavera, de esas que alteran venas.

Se le ve sonriente, en lo que antes resultaba ausente.

Y por fin vovió sin prisas, aquella luciérnaga en brisas.

De salados recuerdos, de un velero de cuervos.

De pasión los abrazos, de mujer de fuertes trazos.

Ya encontró la armonía, que por amor aquel día…

La perdió en un tranvía, caminando por cobardía.

Ahora sueño creciente, como la luna de oriente.

Presenten armas en versos, en los saciados momentos.

Y por acá ya ni un trino, se ve que su amor le vino.

Luciérnaga de los sentidos, que perduran de miel cautivos.

Secretamente buscando, en el viento del norte hilando.

Descuidos de un tira dados, pues ya cayeron mojados.

Recuerdos envenados, que ya no le arruinan el día.

Ferviente casual presente, y la mirada bien al frente.

Asombra, luminosa, contagiosa, maravillosa en vida.

Que empiece la prometida sabia de la envestida bien pagada.

Belleza comprometida. Sabor en la bebida fría.

Rubor que acaricia la sana presencia de un sentir.

Y después morir…

Pudiera ser en Abril…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *