Y los vimos como tiestos de invierno sin flor ni recuerdo a los seres con serios enseres que lastiman los confusos sentidos de una democracia caduca que casi nunca fue.
Serenamente siendo conscientes del atopello estatal requerido para que el precio de la estafa no se cobre a quién no se debe.
Y nos engañan con vítores y goles al cántico de «yo soy Español».
Patrias que por suerte mueren por esa verdad de que uno es de cada rincón que habita.
Ahora ha mantener el envite que cuanto menos está armado de corazones y temblores.
Y aunque algunos intereses se muevan por la breva de ambas caras visibles, por lo menos, como en la vida misma, queda esperar sin ingenuidad a que nuevas cosas empiecen tras la ruptura.
Por mi parte, independiente como ser, propongo cuanto menos dejar hacer. Y pintar esas fachadas que van a juego con esos tiestos de invierno sin flor.
Abrázame más tarde que ahora tengo en carne viva la espalda herida de indignación.
Abrasandose el lamento en el incienso involuntario de éste crematorio de Pais.
A tomar por culo los cerebros cuadrados en esa violenta manera de dejar de amar.
Pestes de una referencia política anacrónica.
Ni los mensajeros son de fíar.
Asi llegaron, así golpearon,
Como tiestos de invierno sin flor…