Te ví tan sola que quise acompañarte, olvidandome loco que podría lastimarte.
Pero fueron tus brazos los que supieron decirme que jamás yo podría al amor referirme.
Desde entonces no viajo ni rebusco entre la gente, las miserias del olvido se esconden frente a la muerte.
Aprendi de un silencio que me supo a escarmiento, tras el ruido del viento me dejé al descubierto.
Pero lo que nunca supe es que esa soledad tuya venía a decirme lo mucho que te esperaba.
Y en el agua salada de mis lagrimas pude atreverme a decirte ven conmigo a las nubes.
Quisiste decir que no, quisiste morir de amor, pues un final tan cuerdo no lo esperaba ni yo.
Ahora ya no estás sola, pues se te abrió la consciencia, y en las tardes de lluvia se te ve la inocencia.
Callad los que no lo saben, huid los que no lo entiendan, te ofrecí la paciencia del camino sabroso.
Y aunque de nada sirva, ni canten ya los ruiseñores, hoy sabes que por ciertos amores, se pierde uno entre rencores.
Descubriste mi secreto, que es el de amar por dentro, si bien nunca te faltó un beso, ni se olvidan los recuerdos.
Amor que te ví tan sola, que ni a punta de pistola yo podría arrepentirme de causar pasión y guerra en las fronteras del hielo.
Cada vez que tengo miedo te recuerdo enamorada, y es entonces cuando vivo el valor de tu mirada.
Ahora el solo soy yo, y nunca merecí la pena, tanto canto de sirena nos corto a los dos las venas.
Por eso te pido perdón, por tanto recuerdo lloroso, que aunque culpa no tuviera, se me hacía cruel el gozo.
Y sabes que nunca miento, ni tampoco siembro dudas, para que si quisieras a oscuras me dieras la voz desnuda.
Abrazame la ignorancia de no saber que te quiero, que con la piel encendida se mojaron las heridas.
Que no te reprocho nada, pues nada me hiciste mal, tan solo te quise estár y acompañar tu soledad.