Y vencí,
vencí al ruido terco del sótano de la mente,
a las incansables risas internas que reaccionaban a mi humor desesperado.
La mente,
peligrosa ansiedad que produce rayos eléctricos de tenebrosa ambición.
La mente,
capaz de aniquilarte por dentro alimentándose de tu miedo y de tu falta de experiencia.
Se derrumba el cuerpo y se apabulla el alma cuando ella se hace dueña y señora.
Pero vencí,
aunque ya lo hice antes y volví a caer.
Extraña y karmática manera de pagar los errores que se deben culpables de amar a quién no puedes.
Mente y caldera hirviendo bajo las sospechas del frío invierno que oscurece los pensamientos.
Velocidades extenuantes en los pulsos de un recuerdo.
Y todos los fantasmas de mí vida reunidos dentro de mí.
Pero una vez más, y con la ayuda de un silencio volví a vencer,
o tal vez ya perdí y es por eso que me deja tranquilo.
No la necesito para crear, apenas necesito nada para hacerlo.
Vencí al espanto y al hastío que me producen mis ataques de ira,
mis oscuros y sedientos reproches que se alimentan de mi voz.
Cansado derrochando terribles humores psicóticos que generan rechazo.
No, no estoy curado,
como estarlo en un planeta en el que se premia a los turbios negocios y se discrimina a la honestidad.
Y la humildad cojea en un mundo de perros y serpientes.
La conciencia pudo haber sido si por los santos fueran humanos.
Vencí,
vencí a la soledad y a la necesidad de ser reconocido en la manada,
sin aplausos ni protocolos que cubran la esencia de estar vivo.
Carente de odio en las maneras.
Se acabó el torrente de almas reunidas bajo mi piel.
Vencí joder, vencí.
Aunque por un simple tropiezo pueda volver a caer en la nausea de los esclavos.
Hoy me abrazo a la noche que plácida me observa sin rencor.
Afuera el planeta rojo repleto de sueños que nunca tuve.
No quise ser astronauta, ni medico ni bombero.
Realidad que nos une a los imperfectos de corazón.
Luna de miel en la senda de un camino torcido repleto de niebla.
La mente,
da lo mismo de oriente u occidente si cuando la miel te miente no se cultiva el amor.
¿Y de Dios?
ni se presiente, pues uno está más veraz cuando no piensa en él.
Necesidades y mendigos de unos pies partidos por el sabor de la derrota.
Mejor si en la sien lo notas cuando las perlas brotan dentro de una luz tenue que no esconde nada.
Vencí a las pequeñas cosas que por aquí ni pasan tras rechazar toda la ausencia de un ser.
Queriendo saber sin verso como las palabras muerdo ante la cruel fortuna de un respiro medicinal.
La mente,
arquitecta de emociones que un corazón supone son de su mismo bien.
Vencí al ruido terco del sótano de la mente, al aullido infiel de los cristianos,
al mal de amores cotidianos, sin la cordialidad equívoca de los humanos.
Vencí al llanto de los naufragios que se repiten en el tiempo.
La mente,
hechizada por las leyes de una sociedad incauta y estéril.
Profundamente solo en la ternura de si mismo.
Eternamente en calma tras las puertas del infierno.
Me siento en delicadeza por la belleza de mí canto.
Aún feliz sin los espantosos y bruscos renaceres matinales.
Vencí,
a tu risa loca de palabras pocas que me recuerdan a ti.
Servil,
cuando el viento afloja las riendas de tu mirada.
Abriendo las alas de la consciencia que un día perdí.
Suave en el retiro,
libre del castigo.
Cruel…
La mente…
Luz ardiente,
Siente…
Vencí.