Es verdad que uno sale de los sueños entre fantasmas del pasado, que te visitan para mostrarte de una manera grotesca lo que pudo preocuparte y a la vez lo que acontece. Pero yo he tenído dos sueños hoy, y en ninguno encontré el sentido de mí angustia. Tan sólo la batalla entre el yo y el nosotros, tan sólo la lucha del individuo contra la manada, esa que tanto se arropa en un «somos» y en una falsa idea de unidad en favor de la aniquilación de la diversidad.
Por eso al despertar he mirado por la ventana y, me he dado cuenta de que no hay nada de esta realidad que pueda comprender el sentir de los soñadores que hartos de divagar entre fantasmas apenas logran resistir cuerdos e inspirados.
Los sueños son cómo los segundos, que a cada movimiento del reloj se van dejando atrás, pero que cuando ha pasado un ciclo entero vuelven ha estár en el mismo lugar que estuvieron el día anterior, y casí recuerdas que siempre merecieron más la pena las miradas limpias que el orgullo de quienes nunca tuvieron uno. De esa forma, con una pizca de tristeza, te levantas y asumes que sólo fueron eso, sueños, que nadie pudo observar y que nadie podría entender a no ser de que pudieras atraparlos en una melodía que hiciera convencerse al más frío de que existes.
El mundo jamás estará dispuesto a devolverte todo lo que se pierde en el camino de los sueños, ni tampoco será necesario que intentes volver a soñarlos, los aplausos ya no significan nada más allá de un manido reconocimiento a lo que ya cambió de forma.
El sonido del fuego será el viento que tal vez cumpla con las pocas necesidades de un superviviente que jamás dejó a un lado la manía de buscar en el amor todo aquello que no se resuelve, esa forma que tienen las sombras de oscurecer, esa fuente que de luz opaca se muestra en la ilusión.
Hoy tuve dos sueños, y en ambos ví la partitura del querer que tanto da y tan pronto se olvida. Como el deseo del agua de rio que camina hacia la inmensidad y, una vez en el mar, pierde toda sú personalidad, y pasa la vida inmersa en un todo que le lleva al viaje de no retorno.
Así es como los sueños se diluyen en tú mente, y llegados al corazón se hacen polvo que terminan en la sangre que brota, desnudo y…
rendido…
Pero los segundos del rejoj vuelven a la posición inicial, como la Tierra, como cada persona que algún día formó parte de tí, para después morir en un intento de darte el descanso entre perfumes y llantos que jamás supieron comprender tú esencia.
Volar…
El volar de los sueños…
Es ahí donde todo nace.