AQUÉL DESPERTAR

Cómo un suave pañuelo de seda recorrí cada parte de tú cuerpo que húmedo se asombraba de la vida, y fueron tus ojos verdes los que encontré frente a los míos, casi por casualidad rocé uno de tus pechos y en ese momento todos tus poros de la piél se herizaron tanto que pude sentirlos en mi mano. Te acaricié el contorno de tus labios con mí lengua en un intento amoroso y pasional de comermelos sin dañar, te cogía por detrás tus brazos y te apretaba junto a mí pecho que se habìa endurecido a base de no amar lo sufiente. Pero es entonces cuando me fijé en esa manía tuya de alargar los brazos hacia mí cuello para moderlo de la forma más carnal y sensual como nadie lo hizo antes. Mis manos hicieron el trayecto hacia las profubdidades y ahí, humedamente, salpicado de placer, introduje mis dedos mientras te comía la boca. Tú gemiste levemente, ya estabas preparada para que mi pequeño miembro tuviera cobijo dentro de tí. Primero lo hicimos lentamente, con la suavidad de dos cuerpos enrredados que se agarraban de las manos mientras en el interior el corazón latía fuerte y, el placer recorria tus piernas que temblorosas perdían toda opción de escape. Mí espalda se ecorbaba en ese movimiento punzante y los ojos borrosos sentian el vacio repleto de finas y fuertes convulsiones atados en un sudor febril que hacía que ambos disfrutaramos en cada movimiento, no quedaron huecos sin explorar mientras juguetones nos saltabanos cualquier tipo de tabú impuesto por el desconocimiento del uno del otro.

Finalmente explotamos en una terrible comvulsión entre espasmos y placer, y los cuerpos volvieron a su forma natural, los ojos se relajaron, las manos todavía sujetas se apretaron con fuerza, y la luz de la mañana nos aviso de que nos quedaba todo un día por delante.

Mientras te vestias te obserbaba, obserbaba tu manera de recogerte el pelo y de pintarte esos labios que acababa de besar. Yo hice lo propio con los baqueros que momentos antes me habías arrancado a bocados, la ventana se entreabrió, el bullicio de la calle nos invitaba a pasar un dìa entre la sed y el hambre, entre tu voz y mi mirada, entre la vida y el fuego, entre los besos que quedaban por salir.

Y fuimos hacia el sol que nos trajo aquél despertar.

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