Desde el horror al corazón || Un viaje de ida…

Todo comenzo a cambiar, empecé a sentirme mal conmigo mismo, me empecé a cuestionar cada acto, cada idea e incluso cada pensamiento, fué duro, yo que creía tenerlo todo controlado de la noche a la mañana me ví convertido en un ser frágil el cual no era capaz de sostenerse en pié, me derrumbé de tal manera que mí personalidad se vió sometida a fuertes cambios en los qué mí propia mente se volvía en mí contra, lloré en largas noches en las que nadie supo de mí, y en los días bebía en la más absoluta soledad, nadie me echó de menos, y nadie en realidad podía ayudarme. Me transformé en ése insecto que describe Kafka en sú Metamorfósis y comencé un viaje cosmico que me llevaría hacia la bondad, dejando de ser indiferente ante la vida humana. Sentí una nueva realidad la cual me hablaba en cada gesto, en cada sonido, en cada lugar y cada pensamiento, comprendí mucho más tarde que amenudo el cerebro inventa sensaciones y pensamientos y que uno tan sólo debe afrontarlos y dejarlos pasar sin cuestionarse continuamente lo que se percibe o lo que el universo te está transmitiendo de diferentes formas. Pataleé como un niño al que de pronto le quitas la inocencia de un juguete para después comprender que yo mismo era quién había olvidado la manera de encontrar el sentido en el simple hecho de vivir sin más ambición que la de experimentar y aprender a ser uno mismo. Fué doloroso, sobre todo porque cuando algo así te sucede observas que tú entorno no se detiene y que muchos tan sólo aprovechan ese momento para pisar a ese insecto que tiempo atrás había conquistado a la manada. Un poco cómo ese personaje al qué Kubrick dió vida en «La naranja mecánica», aunque sin ser yo tan despreciable y cruel y no habiendo cometido actos tan atroces , pero sí que en parte me encontré con quienes ya sea por respeto o por cobardía seguían las huellas que mí sombra iba dejando, y una vez encontraron la herida no dudaron en meter el dedo en la llaga para ver sí realmente era posible destruir al portador de todo lo que nunca supieron comprender ni amar. Curiosamente la herida fué provocada por el amor que desnudó a la bestia y la empujó hacia un vacío del cual terminé aprendiendo a valorar mí propia decadencia, la cual logré finalmente reconstruir en un renacer más amplio del que nadie supo gran cosa. Después de todo, el viaje era sólo para mí propia evolución como ser humano, y también como artista.

Fué tal el esfuerzo y tan elevado que la caída sería profunda y a sú vez compleja, no sólo me cambió la forma de pensar, sentir y actuar, sino que hasta el propio cuerpo mutó hacia la deformidad que suponía el verme continuamente por mís adentros y soportar a duras penas las tormentas voraces a las qué mí mente me sometía, cayendo en la más absoluta locura y, a la vez, perdiendo todo mí ser que ya no era capaz de asumir aquella soledad embrujada.

Y volví a empezar, paso a paso, latido a latido, sentido a sentido, color a color.

Trás mucho padecer y mucha ansiedad entendí que en realidad todos estamos sólos ante una realidad que no nos corresponde, y que en el mundo hay tanta alegría como sufrimiento, que para nada es justa con respecto a lo que uno espera, pero que sólo cuando has comprendido que la realidad no es más que un enfóque, una manera de observar y, qué a la vez sé transforma con tú propio ser, cuando comprendes que hay cosas extrañas las cuales vienen como guiadas por la energía que tú alimentas, entonces comienzas a recuperar todo el potencial y toda la personalidad que un día perdiste, para ello debes aprender a soportar la incertidumbre y dejar que tras mucho ruido el silencio forme pare de tí., acostumbrarte a regalarte a quién pudiera disfrutar de tú compañía y esforzarte en eliminar toda ambición innecesaria, confiar en la vida que siempre se abre camino y deshacerte inexorablementede de todos tús temores. Ese viaje era precisamente para llevarme al centro del huracan y así pudiera gritarle al viento que no estaba preparado, para después saber que no hay nada más reconfortante que la sensación profunda de ser consciente de tú crecimiento.

Hoy día a veces caigo en la desesperanza que me supone perder la cordura, el hastío me visita en ocasiones, pero no son más que la sombra que deja la luz que llego a obsevar de cerca y con los ojos bien abirtos entre los días en los que soy libre. Ahora ya no necesito responder a mí mente, ni tampoco ella me atormenta, simplemente se unió al corazón que, aunque algo más duro, todavía es capaz de alimentar mí ilusión y mí espranza que es seguro conservo gracias a todas las manías que logré vencer. Y el insecto volvió a ser hombre, y la mañana supo de cada sueño. Tan sólo sé necesita que alguien pueda encontrar el sentido en la simple compañía de ese extraño ruiseñor.

Ya no persigo a las dudas que jamás supieron de mí, sólo me esfuerzo en conservar la libertad de encontrame entre la ternura y la creatividad, y no pedir nada a cambio, ni pretender grandes logros, pués es seguro que todo llega cuando alimentas la conciencia y renuncias al enfrentamiento inutil que supone cuestionarte una vida y una realidad que ya cambió para siempre. A saber sentirte afortunado y orgulloso por haber transitado ese viaje entre las llamas de un infierno en el cual supiste encontrar la manera de dejar de sufrir.

Es el momento de volar, tan sólo mover las alas. Ya no habrá más naufragios, no habrá más rupturas emocionales, sé quién soy y a qué he venido, aunque no pueda mostrarlo aún.

La vida te supone la emoción de caminar hacia lo más salvaje, y recordar que a pesar de los errores siempre lo diste todo, como cuando caíste, como cuando amaste y amas, como cuando consigues robarle sonidos al silencio, si nos callamos la cabeza encontraremos corazón en la manera de buscar en la mirada, de saber escuchar y volver al principio, del sabor saber en soledad y la libertad de no tener que responder, de valorar y apreciar a quién realmente vale la pena, respirar… encontrar… besarte y…

…un océano entre la voz y la piel…

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