Fans y Amantes de Oldfield y la buena Música

Miguel García (Liebre)

Estamos viviendo los últimos momentos del fenómeno fan Oldfico. Nos han quitado la música, nos han encendido las luces y solo estamos unos pocos tratando de resistir. Solo quedan los feos de la fiesta que se miran con recelo y duda, la esperanza de que suceda algo que encienda de nuevo la llama, una última ronda por cuenta de la casa, un beso furtivo sobre un suelo pegajoso. Solo somos y seremos lo que nosotros mismos podamos crear, el abrazo de grupo, la canción cantada a voces, las últimas bromas para alargar la noche, los recuerdos de un pasado que no volverá. Los últimos creyentes de una religión minoritaria. Cunde el desánimo y la apatía entre las páginas, blogs, foros y demás espacios dedicados a Oldfield nuestro señor. Otrora hervideros de noticias, opiniones, catálogo de seres y estares, se muestran ahora como un centro comercial cerrado. Somos el murmullo en la lejanía, la foto en blanco y negro en la pared de alguien de la familia que ya nadie conoce, los tíos raros del garito de enfrente, el mosquito aplastado en el baldosín de la vieja casa de tus padres, la peseta olvidada en el fondo del cajón de los calcetines, la inútil erección de la mañana, el VHS de aquella película de acción, la laca para el pelo Nelly, la cinta TDK con las canciones de la radio, el teléfono fijo que espera al que ya nadie llama. Nos cruzamos en nuestra vuelta a casa con los nuevos fans que caminan dando saltitos a ritmo de los últimos hits, relucientes, oliendo a plástico e inteligencia artificial que miran con indiferencia y burla nuestras pesadas mochilas repletas de hercios y pasado.
Resistamos compañeros, resistamos.

Sergio Zurutza

Eso somos amigos, dinosaurios de la belleza entre murmullos del caos musical desatado con el mal gusto de un café rancio, amargura de vientos pasados en los que quizá algún día la humanidad pueda comprender si quiera un atisbo de quienes alabáron a un tio raro y su música. Poca esperanza queda en él, pues el tiempo pasa y el deseo se desvanece como virutas de papel en el viento que sopla hoy en contra. Pensemos tal vez en otros horizontes u otros Dioses que complacen nuestras ansias de libertad más puras y en realidad huecas, huérfanas de armonía y solos brillantes que de poco hoy nos sirven, pues es seguro que en el mundo del hoy se intuye un amor a lo liviano y la falta de profundidad que dejaría atónita a cualquier sociedad despierta, y no esta vendida a la inmediatez y al dinero, con la soberbia de los ignorantes que a cada paso se relamen la suciedad de las voces que nadie recordará, pero que sin duda hacen fortuna y les proporciona una vida cómoda repleta de lujos que en realidad de poco sirven cuando uno está vacío. Vacíos como nosotros, paleolíticos seres de la música con emoción, de la música que sorprende y alimenta el alma y la ganas de escuchar una vez más.

Pobres son aquellos que confunden el éxito con la virtud, y la virtud con el reconocimiento. Sin duda hay talento a raudales escondido en seres con menos suerte pero con amor y valentía. Habrá que dejarse caer y abrazar a todo aquél que quiera compartir la belleza de una jubilosa tristeza hecha canción y vida. Y dejar de consumir eternamente lo que aquél Dios Oldfico nos regaló, pues merecido tiene el descanso y ya de nada le sirve lo que sus fans ansían. Y tampoco caer en clones baratos de formas y sonidos, sino buscar en la oscuridad de otras vidas musicales en las cuales se atisba la influencia pero… a su vez, con propia voz que luchan en este apocalíptico comienzo de Siglo que lo ha cambiado todo.
Y sin rezos ni santos otorgar poder de alimentar a tantos que escondidos se muestran en redes y bares, sin olvidar raíces, pero con la suficiente fuerza como para arrancárnos honestos momentos de lucidez entre tanta sombra gris. El colorido y el fascinante encuentro de lo bello y lo siniestro para un bien común que se siente en las entrañas y desemboca en la bondad y la humildad, aquello que tanta falta hace en un planeta olvidado en el infinito del universo voraz a la vez que asombroso.

Habrá que recordar que siempre la vida se reinventa, y que nada se pierde más que lo superfluo y lo banal, encendidos de fe y furia ante un nuevo despertar que seguro encontrar la calma. Sin miedo y sin vergüenza ante lo posible, dejando ir a aquél muchacho encendido de timidez y talento, si bien siempre abiertos a algo nuevo.

No habrá regreso sin renovación, ni renovación sin riesgo. A cada paso en esta la ociosa mirada de fans desesperados de un pasado inmenso. Inquiétamente ausentes pero seguros. Con la belleza de nuevos recuerdos que saborear hacia la vida más sencilla. Pues muchas veces menos es más, y en otras se esconde la eternidad del tiempo. Sin olvidar pero sin perpetuar el sufrimiento. Acariciando el horizonte a cada paso.

Aquí uno de los mejores conciertos de la historia

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