ME TEMO QUE VUELVEN Angel Martín

Angel Martín dice….

Mí respuesta es la siguiente…

Estoy totalmente de acuerdo con lo que dice. Escuché el libro «Por si las voces vuelven» en audiolibro, en «Aundible», y me encantó, terminé con lágrimas en los ojos, y me dije para mi mismo, «créeme Angel que como te pase una vez más ya no te dirán que ha sido un brote psicótico, sino que te pondrán una etiqueta de por vida, la cual influirá a todo aquél que sepa que la llevas.

Yo también me puse a hacer el bien a los demás cuando me dió mi primer brote, la empatía se me disparó, como describe él en el libro, y si bien no se me fue la ollá tanto como para creer que yo era un hijo de los Dioses y que tenía que salvar al mundo y todo lo que le ocurrió a él, si que muchas cosas son similares. Por ejemplo, en mi primer ingreso en la unidad de psiquiatría de Donosti me dió por leer un libro, «La Sombra del Viento», que venía con un CD como banda sonora, esa música me acompañará de por vida. No leía el libro porque me interesara (es más, a ratos me aburría, era escrito por Zafón), sino porque me lo había regalado Javi, la pareja de mi Ama, y yo en mí búsqueda de la verdad, en mí búsqueda del saber que es lo que había sucedido para que un pueblo entero rumorease sobre mí de la noche a la mañana pensé que en libro habría respuestas, no las había, aunque jamás terminé el libro, pero, mientras leía, de cuando en cuando paraba un poco y levantaba la vista del libro y me encontraba con otros seres en problemas, y yo intentaba ayudar a cada uno de ellos, por ejemplo, me pusieron de compañero de habitación a un Skizo, un Skizo muy profundo, estaba sumergido en otro mundo muy oscuro, no como yo que voy y vuelvo, no, profundamente ido, y, una noche, con el fin de captar su atención y traerlo de regreso a nuestro mundo, a. uestra realidad, le escribí una nota y se la dejé en la mesilla. La nota decía «A mi no me engañas, que sé que te enteras de todo«. Por la noche, cuando la leyó, hizo un ligero gesto, una mueca, un algo que hizo que sus ojos se centrasen en mí en lugar de en el abismo en el que vivía, pero poco más. Sin más nos dormimos y ya está.

El caso es que ese hombre, era un joven en realidad, nunca bajaba al comedor a comer con el resto, ni se duchaba, era una esquizofrenia muy profunda, la cual lo mantenía ocupado en su inmensidad interior. Pues bien, la noche que leyó la nota que le dejé era su última noche allí, al día siguiente su familia lo iba a ingresar en San Juan de Luz, en el psiquiátrico, para quedarse allí quién sabe si de por vida, pero al día siguiente, asombrosamente, el joven aquél bajó a comer con todos al comedor, cosa que nunca había hecho, y se dirigió hacia mí, yo me levante y lo miré para ver que quería, el levantó la vista de su inframundo, me miró, y me dió un abrazo, el resto de pacientes me miraban como diciendo, que asco, como le das un abrazo a ese mugriento que no se ducha y huele a rayos, yo igualmente lo abracé, y me dijo, «Tu me has tratado bien», solo eso, nada más. Yo lo único que había hecho fue tenerlo en cuenta, solo eso, decirle que estaba aquí y que sabía que desde su lejano interior podía verme, eso le trajo por unos minutos de vuelta, luego se sentó a comer y tan tranquilos. Nunca más supe de él ni de su estado.

En otra ocasión, en una de esas que despegaba mis ojos del libro, libro en el que como he dicho buscaba respuestas y no las encontraba, me encontré con una mujer de color, una mujer negra, la cual lloraba desconsoladamente sin cesar, hora tras hora y día tras día lloraba, lo cual no resultaba para nada agradable, entonces deje mi libro y me acerqué a ella y le dije,»canta mujer, no llores, canta», ella me miró a los ojos y fijó los suyos llenos de lágrimas en mí, y le volví a decir… «canta», y acto seguido ella se puso a cantar, a cantar alegremente, desde entonces se pasaba los días cantando en lugar de llorando, fijaos si de que manera cantaba que alguna enfermera me miró como diciendo, «pues no se que es mejor, porque vaya tabarra con el cante», yo pensé que sin duda era mejor el cante que el llanto.

Y así pasaban mís días allí dentro, entre la lectura buscando respuestas (porque sin duda es seguro que algo pasó en alguna noche de fiesta), y el ayudar al que me encontraba por delante, entre cigarros con horarios fijos y poco más.

Así que cuando leí, más bien escuché, el audiolubro de Angel Martín, me sentí muy identificado por su tendencia a la empatía y al medir todo milimetricamente, y pensé, «joder, yo tengo escrito en LOCURARTE.COM muchos textos que hablan sobre lo mismo», y algunos mucho más crudos, textos que realmente describen el horror que Angel Martín esconde tras la comedía, aunque yo también desarrollé mucho el sentido del humor, sobre todo el sentido del humor en privado, y mil horas de reirme de mi mismo, que por cierto, el blog de LOCURARTE ahora está aquí, en LLUEVE EN EL SOL .COM @llueveenelsol en Redes Socisles , he pasado aquí todos los textos y he dejado a LOCURARTE solo como web de la empresa musical.

llueveenelsol.com .

Nada más, tan solo decir que el libro de Angel dice mucha verdad,ya que cuando uno se vuelve loco no es por decisión propia,y en ese camino hacia locura te encuentras a un montón de gilipollas, unos que lo disfrutan, otros que se ríen, y otros que se asustan o no lo entienden, en cualquier caso espero que a Angel Martín no le vuelva a dar otro brote, porque como ya he dicho, en ese momento no llevará la etiqueta de aquél que le dió un brote psicotico y escribió un libro, sino una etiqueta de algo mucho más traumático, un estigma de por vida, pero me gustaría decirle que la realidad es que sí, que las voces vuelven, y con mucha más fuerza las cabronas.

Yo puedo con ellas, están aquí ahora, y les escupo…

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