Yo aquí estoy, en la distancia pero estoy. Y si, las amistades vienen y van, a veces nos abandonan y otras las abandonamos. Pero hay otras que es la propia vida la que hace que nos abandonemos mutuamente. En éstas últimas quedó intacta la semilla de la amistad, no hubo hecho que la rompiese, ni traición ni crispación, tan solo el propio viento sopló en diferentes direcciones. Y no es que sea yo veleta, pues muchas veces en contra del viento caminé, pero quieras o no, bien sea por ir en contra, o por ir a favor, me distancié de muchas personas, de muchos amigos, y tal vez tan solo los que nos hirieron no merecen el recuerdo, aunque también con ellos hubo buenos momentos.
Habrá que culpar al viento de algunas fechorías que hicieron daño a otros como a uno mismo, y desdoblar la dimensión y el tiempo para tal vez encontrar nuevas amistades que a su vez también se irán. O quizá ya sea momento de caminar el camino solitario que conduce a la sabiduría y al descanso, aunque en mi caso encontré fiel compañera por partida doble, la música y una bella mujer en todos los más amplios y mejores sentidos. Y son los sentidos los que me chivaron tantas cosas que dejo en ellos mi destino deambulando, el cual ni siquiera sospecho, a pesar de ya haber vivido 48 años, ¿quién sabe?, no espero fiestas sorpresa, ni apariciones brillantes, pero es seguro que habrá hechos inesperados, por eso fuerte y consciente me enfrento a mi mente y dejo al corazón hablar, pues es quién sabe apreciar más allá del intelecto, si bien sin el saber tampoco estoy dispuesto a caminar.
Contradictorio mi ser que a la vez que racional sabe de lo misterioso. Seguramente sea eso lo que me distanció de tanta gente, hasta el punto de ser insignificante para muchos, también otros para mí. Pero cuerdo y feliz, habiendo atravesado la locura y habiendo llegado al otro extremo por esos inmundos caminos de la conciencia y la moral que rara vez dicen la verdad. Así que me doy por satisfecho, y también por olvidado. De todas formas siempre busqué paz y no fama, y eso es precisamente lo que me mantiene cuerdo y despierto. Despierto a cada señal que pueda intuir en el reflejo de una dimensión partida entre el hoy y el mañana, ya que el ayer tan solo duele y no es buen compañero ni tampoco fiel a la verdad. Así que sencillamente permanezco, permanezco en la bondad de un silencio hasta que no se pueda más. Y entonces flotar y ser viento que mueva a otros por caminos ilusionantes y a su vez desesperados, bien sea a favor o en contra. La cuestión es moverse, pues si bien en la quietud uno puede encontrar paz, sin duda es en el fluir y el desprenderse donde uno aprende a amar.
Ay de quién nunca se movió, ay de quién ni siquiera zarandeó la barca ni unos centimetros, ese sé que no hanbrá encontrado peldaños enormes ni rocas duras en su camino, ni tampoco amargos pensamientos, pero tampoco nada de lo misterioso ni de la belleza que reside en las tormentas y su fulminante efecto en tu ser. Ni siquiera habrá sabido que uno se puede romper, y entonces tampoco sabrá de lo heroico del levantarse y reconstruirse. Si bien, un día cualquiera, una amiga me envío una preciosa frase, ésta decía…
«Todos estamos rotos, es por ahí por donde entra la luz«
Y la entendí a la perfección, aunque realmente hay muy poco o nada que no entender en esa frase, pero sé, porque los veo, los huelo, los siento y los escucho, que hay quién no saboreó la derrota del intento, la derrota en el esfuerzo, hay quién siempre se mantuvo en un estado tibio, ni muy arriba ni muy abajo, podríamos decir que hay seres que realmente no han vivido, pues tan solo la muerte de sus padres o de algún hermano les hizo llorar, en cambio yo llorar e llorado por diversos motivos, tan reales como las veces que reí, sobre todo las veces que me reí de mi mismo encontrandome con un pensamiento absurdo o ridículo, y combatí también con ellos a vida o muerte, y puesto que todavía estoy vivo, sé de sobra que por las grietas de mi rotura entra luz, y la rescato de su huida hacia el cosmos para hacer con ella señales en mi caminar. Algunas servirán para otros, otras solo para mi momento. Sea como sea sé que nunca fui tibio, a pesar de no haber presentado batalla en muchas ocasiones, pero no fue por cobardía, tal vez por prudencia, o seguramente por no dar riendas a seres que nunca supieron de donde nace el barro de mis pies, ni de donde nace el fuego de un corazón, ni el cielo tocaron con los dedos jamás.
Así que sí, las amistades van y vienen, y a su vez todo quedó en instantes que algún día serán reflejo de lo mejor y de lo peor. Pero hoy puedo decir orgulloso que no tengo miedo al cambio, ni al viento en contra, ni a la mala reputación, más temo a las falsas apariencias y al rumor que exagera pequeñas verdades combinadas con la cruel mentira.
Raíces tengo, pero no me condicionan en mi caminar. Se de sobra hacer nuevas y construir y construir. Hasta llegar a la cima del arbol y tirarme en plancha en caída libre, y en el último momento, justo antes de estamparme contra el suelo, sentir una pizca de brisa que haga que como un gato panza arriba caiga de pie una vez más. De ese modo sé que estoy vivo y vivo. Y no todo el mundo podrá decirlo.
Por eso las amistades vienen y van, cada cual en su camino. Unos cayendo y levantandose, y otros herméticos en su aburrimiento. A fin de cuentas, no necesitas tanto para ser feliz…
Gran reflexión y poderosa narrativa.
Un brazo
Gracias a ti Miguél. Un abrazo
muy bien gracias
Gracias a ti